Bueno, comencemos hablando en colombiano este blog que va a durar un año. Francia.
Francia, Francia. Oh la la, le croasan, le bagué, le francé, nosequé. Es todo lo que alguna vez la mayoría de nosotros conoce de Francia. Pero al llegar al país del queso, al aéroport Charles de golf, y al cruzar la puerta que da al más allá, al territorio verdaderamente francés, todo cambia.
Yo ya había viajado en avión, de ida y regreso, dentro del territorio chibcha. Eso, con la compañía de mis padres, mi hermano, mejor dicho con la certitud de que íbamos de paseo; nunca imaginé que llegaría el día (y más aún, que llegaría tan pronto) en el que por fin duraría 10 horas sentado en un avión viajando en compañía de extraños hacia un continente desconocido. 10 horas sentado porque me toco el puesto de la ventana en el avión y no es como si hubiera mucho espacio entre sillas en clase económica, incluso en Air France. El caso es que, desde que uno se baja del avión, hay algo, ese ALGO, que le dice a uno: "Oiga, no estamos en Colombia".
Hace calor. Por qué me traje puesto el saco? Hay que ir por las maletas. Camine rápido para no ser el último. Los papeles, Bonjour!...merci beaucoup! listo. Cruzamos al otro lado, las maletas. Listo, llegaron las maletas...pero, y la guitarra? No, no puede ser, dice que ya fue librado el equipaje. Aghh, primer día en Francia y ya se le perdió algo. No, no algo, la guitarra! Preguntando se llega a Roma, pero yo necesito es el servicio al consumidor. Lo encuentro y hago la fila, detras de unos gringos con acento (Texas, maybe?). Ya me siento mejor porque los gringos me hicieron reír con sus acentos, su edad, y el color de su piel. Luego le pregunto a la madame que donde está mi guitarra, pues vengo de Bogotá y tengo todas mis maletas excepto la guitarra. Ella se va, pregunta, sale de la sala, y por la puerta veo que se va caminando hasta donde está la guitarra. Sola. En el piso. En medio de toda la gente y el desorden. Merci! Superado, y ahora vamos a ver si encontramos al de EF.